Vivimos tiempos de polaridad, por una parte el
panorama artístico barcelonés cuenta con grandes artistas jóvenes, con galerías
pioneras y con comisarios con una muy buena proyección, pero por otra parte, el
cierre de espacios artísticos, la supresión de presupuestos y la poca cultura
del coleccionismo (entre otros muchos factores) hacen que el futuro del mundo
del arte parezca incierto en la ciudad. Por eso, la feria Swab quizás hoy
tiene sobre sus espaldas más expectativas que nunca.
Del 3 al 6 de este Octubre se inició la 6º edición de
Swab y después de una semana de reflexión hay algunas cuestiones que destacan
tremendamente. Esta feria cuenta con diversos programas de comisariado entre
los que destacan por ejemplo el programa MYFAF que da una valiosa oportunidad
de exponer a galerías de nueva formación (menos de 2 años) que no han
participado nunca en una feria de arte o el programa Nuevas Posiciones que se
centra en aquellas galerías que apuestan fuerte por el arte más emergente.
Además cuenta con otros programas muy interesantes que han ayudado a que vengan
galerías de hasta 19 países a enseñar que se cuece en el arte joven de las
distintas partes del globo.
Todos estos programas están pensados para
incentivar la creación, pero quizás no se plantea qué tipo de creación se está
incentivando, me explico: La sorpresa para mí ha llegado cuando visitando la
feria me he dado cuenta de que la gran parte de obras políticamente
posicionadas o con un carácter de pensamiento crítico, se encontraban
prácticamente en dos o tres galerías. Si tenemos en cuenta que había 53
galerías en la feria, realmente el porcentaje es muy pequeño.
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"Recortes en educación y sanidad" de Uri |
Teniendo en cuenta que los jóvenes de todo el mundo
son los más perjudicados por la coyuntura que nos toca vivir y que las
oportunidades de alzar la voz son más bien escasas, me pregunto por qué las
obras elegidas reflejan más bien un autismo social o un profundo aislamiento
personal más que el malestar social real que vivimos cada día.
Performance de Jonathan Bernad |
No basta con que el Swab tenga un programa de arte urbano o con que las galerías que acuden a la feria sean jóvenes, el verdadero problema es que las galerías no quieran apostar por profesionales críticos, atrevidos o incómodos.
Como en todos los periodos más arduos y difíciles de nuestra historia, la respuesta artísticas ante los hechos más injustos y el sufrimiento fruto de éstos, siempre han sido visibles en menor o mayor medida, y ante esto cabe destacar la proliferación de una clase de arte que en su simple apariencia solo alberga una intención puramente estética como posible método de aislamiento frente al propio conflicto. Pero dentro de este mismo panorama también hay lugar para una respuesta artística más, a la que personalmente me sumo, y que se basa en la búsqueda de alternativas para visualizar las claves para llegar a entender lo que somos y lo que hacemos y a lo que formamos parte, buscando las respuestas en ocasiones en la evidente y sin embargo cada vez más imperceptible realidad. Esta actual ceguera en que estamos sumidos es provocada por el incremento de la incapacidad de ver más allá de nuestro propio ombligo y de nuestra sorprendente adaptación a vivir en micro mundos artificiales y a la vez terriblemente manipulables. La desvinculación con las bases de nuestro origen, y de la propia naturaleza, es hoy día una triste evidencia, no solo en la visualización de respuestas artísticas actuales sino, y lo que es más inquietante, también en las proyecciones futuras.
ResponderEliminar¿Por lo que el arte debe reflejar únicamente la visualización de nuestros propios actos como método de denuncia o protesta, debe de ser un método para huir de la realidad, de evasión y entretenimiento de las masas o debe de ser un método para alcanzar respuestas sobre nuestra propia existencia?
Lo que sí sabemos es que los tres prácticas conviven conjuntamente en estos tiempos tan inciertos y que una respuesta afirmativa a la tercera cuestión implicaría la necesidad de una profunda reflexión e introspección personal y colectiva ante el arte, que lamentablemente no entra dentro de las prioridades de nuestro sistema actual, ingeniado para producir constantes beneficios económicos.
Y la pregunta es: ¿Podemos realmente los artistas movernos al margen de los límites de los parámetros de esta presente e interesada gestión artística y evitar que la obra de arte se convierta en un simple objeto decorativo, en un documento crítico más o en un mero modo de entretenimiento?
Es difícil, pero como pasa con todo lo que importa, nunca es fácil...
Esther Milena